ME ARRODILLO Y CALLO



Estoy en medio del huerto

De las manzanas podridas.

Yo lloro la tripa destrozada

De ese pobre gusano

(no de seda precisamente),

Estrujado contra la tierra

Por cierta hazada,

Y levanto la piedra

Que le sirve de epitafio,

Me arrodillo y callo.

Y de otoño a otoño,

Reconozco las mismas hojas

De los árboles que no dan frutos,

Porque están secos

Y la savia no riega su agonía.

Y oigo el crujir de esas hojas

Pisoteadas contra la tierra,

Entonando su canto de violines

Sin cuerdas.

Me arrodillo y callo.

Y en túneles oscuros

Me adentro,

Hacia ese final

Favorecido por la luz,

Palpando con mis dedos

La impotencia,

Palpándola con todo mi cuerpo,

Con mi piel de espuma,

Cual esas olas

Rechazadas por la costa.

Me arrodillo y callo.

Estoy en el centro mismo

 de la calle.

Metida entre borrachos

Y rameras enlutadas,

Compartiendo con ellos

Sus noches de vino.

Y visto mi cuerpo externo

Y mi otro cuerpo,

Con trajes morados.

Y adorno mi cuello,

Mi blanco cuello de mariposa

Alada de otros vientos,

Con el collar

De las espinas de Cristo.

Entonces

Surgen de las sombras

Las voces broncas,

El canto ronco

De los hombres del vino.

Y las escenas

De Gigantes y Cabezudos,

Pueblan la calle.

Y hay alguien que dice

Amor.

Y hay alguien que responde

Muerte.

Y hay alguien que llora

Acunando entre sus brazos

Al último feto mal parido.

Entonces.

En ese momento.

Y una vez más.

Me arrodillo y callo.